martes, 29 de septiembre de 2015

¿Quién está detrás de “la degolladora” y por qué?



Jesús Tolentino Román Bojórquez
En los últimos días, se ha dado mucho revuelo en varios medios informativos a lo que se ha hecho llamar “La degolladora de Chimalhuacán”. Se habla de siete personas agredidas, dos de las cuales lamentablemente murieron, como resultado del ataque sorpresivo de una mujer, se dice, bien vestida, joven, aproximadamente de 20 años, dotada de mucha fuerza y agilidad, entrenada para herir o asesinar a sus víctimas, lo que le permite acuchillar a la gente y rápidamente darse a la fuga. Según versión de los testigos, la mujer no roba ni riñe con sus presas, es decir, no existe un móvil de carácter económico de por medio que justifique su actuar, asimismo, los testigos y autoridades municipales han dicho que los ataques se han presentado en calles de poca circulación peatonal y vehicular y que las agresiones sucedieron del 14 al 18 de septiembre; de entonces a la fecha no se reportan más ataques. Hasta aquí los hechos crasos, tal como se conocen y como más se apegan a la verdad hasta donde he investigado.
Ahora bien, estos sucesos que nunca antes se habían presentado en Chimalhuacán, provocan interrogantes cuyas respuestas no se encuentran a simple vista y sobre las que vale la pena reflexionar en un pueblo como el nuestro, que en los últimos 15 años ha vivido momentos críticos y de tensión que nos han hecho sufrir, sí, pero al mismo tiempo nos han templado, dejándonos la enorme ganancia de ser, una buena mayoría de los chimalhuacanos, gente sensata, razonadora, que no se deja llevar por las simples apariencias, tal como corresponde a un pueblo educado, organizado y que, por lo mismo, ha logrado vencer la adversidad y progresar como ningún otro a nivel nacional en estos tres lustros; por ello, una prestigiada encuestadora denominada Gabinete de Comunicación Estratégica, hace un mes exactamente, premió a Chimalhuacán con el primer lugar como la ciudad más habitable del Valle de México, o sea, en comparación con las 16 delegaciones del Distrito Federal y con los cinco municipios más poblados del Estado de México (Ecatepec, Naucalpan, Tlalnepantla, Nezahualcóyotl y el propio Chimalhuacán) lo cual, desde luego, no es poca cosa.
En ese sentido, sería conveniente preguntarse: si la mujer asesina fuera una persona común y corriente, ¿dónde aprendió la técnica para abordar a la víctima, agredirla y luego darse a la fuga sin dejar rastro alguno? ¿Quién le cuida las espaldas al momento de interceptar a la presa y quién la protege en la huida? Y si esa persona fuera una psicópata, que mata sólo por el gusto de matar y estuviera trastornada de sus facultades mentales, ¿entonces por qué no ha cometido ningún error de cálculo en su actuar, si de veras estuviera loca? ¿Quién le aconsejó y quién le financia la buena ropa que viste, para darle confianza a la gente cuando se le acerca?
Estas preguntas sólo tienen una respuesta consistente: la tal “degolladora” no es ninguna demente que se haya escapado de algún manicomio, sino que se trata de una sicaria (persona que se contrata para matar a cambio de una suma de dinero), que ha sido adiestrada y acondicionada físicamente para ello, que se sabe protegida por sus cómplices que la guían y la cuidan antes y después de cada ataque y que, además, sabe que en el remoto caso de cometer algún error y, por tanto, ir a parar a la cárcel, algún poderoso padrino político habrá de sacarla de apuros. La posibilidad de que se trate de una sicaria al servicio del crimen organizado, sin vínculo político, se descarta porque este tipo de gente acciona sólo con dos propósitos: por interés económico, que no es el caso; o bien, por venganza asesinando a familiares y/o amigos de otros mafiosos que dejaron cuentas pendientes con ellos, que tampoco es el caso, puesto que las siete víctimas son gente inocente sin ningún vínculo delincuencial.
Consecuentemente, si no se trata de una loca ni de una sicaria al servicio del crimen organizado, queda sólo entonces el móvil político. ¿Cuál móvil político, en concreto? El hecho de que el próximo martes 6 de octubre, el Movimiento Antorchista Nacional realizará en el Distrito Federal una gran movilización con 100 mil adherentes para exigir al Gobierno Federal el cumplimiento de varios compromisos, entre los cuales se encuentran: 1) el castigo a los secuestradores y asesinos de don Manuel Serrano Vallejo (cuyo móvil fue, por cierto, también político); 2) la entrega de sus restos para darles cristiana sepultura; 3) la entrega de recursos para obras y servicios que se pactaron con la Secretaría de Hacienda; 4) que inicie ya la construcción del parque industrial que ofertará miles de empleos para los chimalhuacanos y que lleva al menos cuatro años de rezago; 5) escuelas de tiempo completo en Michoacán y 6) solución al conflicto agrario en Oaxaca, que afecta a cientos de indígenas y que lleva más de seis años sin solución. ¡Ésta es la verdadera mano que mece la cuna! En efecto, es de todos sabido que el mayor contingente que acudirá al zócalo de la ciudad de México es, precisamente, el mexiquense, y particularmente el de Chimalhuacán, por el hecho de que geográficamente somos los más cercanos al Distrito Federal y porque somos uno de los destacamentos más numerosos; por tanto, por elemental sentido común, los funcionarios que están detrás de “la degolladora”, lo que buscan es provocar psicosis entre los antorchistas chimalhuacanos, para que se merme así nuestro contingente por miedo a que ocurra algo grave el día de la marcha. Tan obvio como eso.
Pero los antorchistas y nuestros aliados del Proyecto Nuevo Chimalhuacán volveremos a derrotar las sucias y perversas maniobras de los delincuentes oficiales de cuello blanco, tal como lo hemos hecho a lo largo de quince años. Así ocurrió en el año 2000 cuando el gobierno utilizó a Guadalupe Buendía (a) “La Loba” y los derrotamos; así sucedió en el año 2003 cuando el gobierno lanzó a un candidato por el Partido Convergencia que contendió contra el Prof. Miguel Ángel Casique y los derrotamos; así pasó también en el año 2006 cuando el gobierno estatal inventó la calumnia de que en Chimalhuacán ocurrían muchos feminicidios (en realidad eran cuerpos de mujeres que traían de otro lado y los aventaban en nuestro territorio) y finalmente se probó que era falso, y volvimos a derrotarlos; así ocurrió, en fin, en el año 2012, cuando fuimos agredidos en Chicoloapan y el propio gobierno nos trató peor que a vándalos con el rumor de “ahí vienen los antorchistas”, como si fuéramos las hordas asesinas de Atila y, sin embargo, el pueblo reaccionó, se dio cuenta de la calumnia y volvimos a derrotarlo. En suma, el pueblo chimalhuacano cada vez le cree menos al gobierno y a ciertos medios de comunicación que se alían con él para difundir noticias amarillistas y falsas.
Y estoy seguro que nuevamente los volveremos a derrotar, acudiendo el próximo 6 de octubre con más chimalhuacanos de los programados originalmente; marcharemos ahora con más combatividad y disciplina que nunca, y defenderemos con más enjundia nuestras banderas de lucha, pues los antorchistas no somos niños de pecho a los que pueden asustar con “el coco” ni con “el chupacabras”. Y eso sí: con este tipo de pérfidas maniobras, que el pueblo juzgue si hacen falta más argumentos para sustentar lo que Antorcha ha dicho: que urge otra clase política en el poder de la Patria.

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