Jesús
Tolentino Román Bojórquez
En
los últimos días, se ha dado mucho revuelo en varios medios informativos a lo
que se ha hecho llamar “La degolladora de Chimalhuacán”. Se habla de siete
personas agredidas, dos de las cuales lamentablemente murieron, como resultado
del ataque sorpresivo de una mujer, se dice, bien vestida, joven,
aproximadamente de 20 años, dotada de mucha fuerza y agilidad, entrenada para
herir o asesinar a sus víctimas, lo que le permite acuchillar a la gente y
rápidamente darse a la fuga. Según versión de los testigos, la mujer no roba ni
riñe con sus presas, es decir, no existe un móvil de carácter económico de por
medio que justifique su actuar, asimismo, los testigos y autoridades
municipales han dicho que los ataques se han presentado en calles de poca
circulación peatonal y vehicular y que las agresiones sucedieron del 14 al 18
de septiembre; de entonces a la fecha no se reportan más ataques. Hasta aquí
los hechos crasos, tal como se conocen y como más se apegan a la verdad hasta
donde he investigado.
Ahora
bien, estos sucesos que nunca antes se habían presentado en Chimalhuacán,
provocan interrogantes cuyas respuestas no se encuentran a simple vista y sobre
las que vale la pena reflexionar en un pueblo como el nuestro, que en los
últimos 15 años ha vivido momentos críticos y de tensión que nos han hecho
sufrir, sí, pero al mismo tiempo nos han templado, dejándonos la enorme ganancia
de ser, una buena mayoría de los chimalhuacanos, gente sensata, razonadora, que
no se deja llevar por las simples apariencias, tal como corresponde a un pueblo
educado, organizado y que, por lo mismo, ha logrado vencer la adversidad y
progresar como ningún otro a nivel nacional en estos tres lustros; por ello,
una prestigiada encuestadora denominada Gabinete de Comunicación Estratégica,
hace un mes exactamente, premió a Chimalhuacán con el primer lugar como la
ciudad más habitable del Valle de México, o sea, en comparación con las 16
delegaciones del Distrito Federal y con los cinco municipios más poblados del
Estado de México (Ecatepec, Naucalpan, Tlalnepantla, Nezahualcóyotl y el propio
Chimalhuacán) lo cual, desde luego, no es poca cosa.
En
ese sentido, sería conveniente preguntarse: si la mujer asesina fuera una
persona común y corriente, ¿dónde aprendió la técnica para abordar a la
víctima, agredirla y luego darse a la fuga sin dejar rastro alguno? ¿Quién le
cuida las espaldas al momento de interceptar a la presa y quién la protege en
la huida? Y si esa persona fuera una psicópata, que mata sólo por el gusto de
matar y estuviera trastornada de sus facultades mentales, ¿entonces por qué no
ha cometido ningún error de cálculo en su actuar, si de veras estuviera loca?
¿Quién le aconsejó y quién le financia la buena ropa que viste, para darle
confianza a la gente cuando se le acerca?
Estas
preguntas sólo tienen una respuesta consistente: la tal “degolladora” no es
ninguna demente que se haya escapado de algún manicomio, sino que se trata de
una sicaria (persona que se contrata para matar a cambio de una suma de
dinero), que ha sido adiestrada y acondicionada físicamente para ello, que se
sabe protegida por sus cómplices que la guían y la cuidan antes y después de
cada ataque y que, además, sabe que en el remoto caso de cometer algún error y,
por tanto, ir a parar a la cárcel, algún poderoso padrino político habrá de
sacarla de apuros. La posibilidad de que se trate de una sicaria al servicio
del crimen organizado, sin vínculo político, se descarta porque este tipo de
gente acciona sólo con dos propósitos: por interés económico, que no es el
caso; o bien, por venganza asesinando a familiares y/o amigos de otros mafiosos
que dejaron cuentas pendientes con ellos, que tampoco es el caso, puesto que
las siete víctimas son gente inocente sin ningún vínculo delincuencial.
Consecuentemente,
si no se trata de una loca ni de una sicaria al servicio del crimen organizado,
queda sólo entonces el móvil político. ¿Cuál móvil político, en concreto? El
hecho de que el próximo martes 6 de octubre, el Movimiento Antorchista Nacional
realizará en el Distrito Federal una gran movilización con 100 mil adherentes
para exigir al Gobierno Federal el cumplimiento de varios compromisos, entre
los cuales se encuentran: 1) el castigo a los secuestradores y asesinos de don
Manuel Serrano Vallejo (cuyo móvil fue, por cierto, también político); 2) la
entrega de sus restos para darles cristiana sepultura; 3) la entrega de
recursos para obras y servicios que se pactaron con la Secretaría de Hacienda;
4) que inicie ya la construcción del parque industrial que ofertará miles de
empleos para los chimalhuacanos y que lleva al menos cuatro años de rezago; 5)
escuelas de tiempo completo en Michoacán y 6) solución al conflicto agrario en
Oaxaca, que afecta a cientos de indígenas y que lleva más de seis años sin
solución. ¡Ésta es la verdadera mano que mece la cuna! En efecto, es de todos
sabido que el mayor contingente que acudirá al zócalo de la ciudad de México
es, precisamente, el mexiquense, y particularmente el de Chimalhuacán, por el
hecho de que geográficamente somos los más cercanos al Distrito Federal y
porque somos uno de los destacamentos más numerosos; por tanto, por elemental
sentido común, los funcionarios que están detrás de “la degolladora”, lo que
buscan es provocar psicosis entre los antorchistas chimalhuacanos, para que se
merme así nuestro contingente por miedo a que ocurra algo grave el día de la
marcha. Tan obvio como eso.
Pero
los antorchistas y nuestros aliados del Proyecto Nuevo Chimalhuacán volveremos
a derrotar las sucias y perversas maniobras de los delincuentes oficiales de
cuello blanco, tal como lo hemos hecho a lo largo de quince años. Así ocurrió
en el año 2000 cuando el gobierno utilizó a Guadalupe Buendía (a) “La Loba” y
los derrotamos; así sucedió en el año 2003 cuando el gobierno lanzó a un
candidato por el Partido Convergencia que contendió contra el Prof. Miguel
Ángel Casique y los derrotamos; así pasó también en el año 2006 cuando el
gobierno estatal inventó la calumnia de que en Chimalhuacán ocurrían muchos
feminicidios (en realidad eran cuerpos de mujeres que traían de otro lado y los
aventaban en nuestro territorio) y finalmente se probó que era falso, y volvimos
a derrotarlos; así ocurrió, en fin, en el año 2012, cuando fuimos agredidos en
Chicoloapan y el propio gobierno nos trató peor que a vándalos con el rumor de
“ahí vienen los antorchistas”, como si fuéramos las hordas asesinas de Atila y,
sin embargo, el pueblo reaccionó, se dio cuenta de la calumnia y volvimos a
derrotarlo. En suma, el pueblo chimalhuacano cada vez le cree menos al gobierno
y a ciertos medios de comunicación que se alían con él para difundir noticias
amarillistas y falsas.
Y
estoy seguro que nuevamente los volveremos a derrotar, acudiendo el próximo 6
de octubre con más chimalhuacanos de los programados originalmente; marcharemos
ahora con más combatividad y disciplina que nunca, y defenderemos con más
enjundia nuestras banderas de lucha, pues los antorchistas no somos niños de
pecho a los que pueden asustar con “el coco” ni con “el chupacabras”. Y eso sí:
con este tipo de pérfidas maniobras, que el pueblo juzgue si hacen falta más
argumentos para sustentar lo que Antorcha ha dicho: que urge otra clase
política en el poder de la Patria.
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